Denuncia de una familiar por el trato recibido en la cárcel de León

J. Antonio Molina y su pareja consiguen que les vuelvan a autorizar las visitas después de 4 meses, ya que al compañero le desautorizaron todas las personas que tenia en su lista de comunicaciones y teléfonos, sin justificación alguna. Después de lucharlo mucho, cuando consigue volver a tener los contactos autorizados, J. Antonio pide para el 17-18 de junio un vis a vis, con los días de antelación que se exigen en ese centro. Y de la noche a la mañana se lo cambian para el día 10 de junio. Por lo que su pareja tiene que buscarse la vida para ir desde Granada hasta León y no perder el vis a vis.

Entra ella a las 16’30 y todo bien. Nerviosxs después de tantos meses sin poder estar juntxs. Cuando llevan un rato en la habitación, a ella le da un mareo y pierde el conocimiento. Al rato reacciona pero no está ubicada, no sabe donde está ni qué es lo que ha pasado. Sus palabras no son coherentes. Vienen los carceleros a llamar a la puerta y J.Antonio les explica que su pareja se ha puesto mal, que se ha mareado y que es algo que le pasa a veces, porque tiene fuertes problemas de jaqueca y dolores de cabeza, y que a veces ha recibido tratamiento. Pide que llamen a una ambulancia, ya que ella está sola aquí, ha venido sola y no la espera nadie fuera.

Los carceleros la hacen esperar. Le quitan la bolsa de la mano y la registran. La llevan para afuera “ve bajando, ve bajando!”. Los carceleros empiezan ha hablarla a voces, gritando «como si fuera sorda, o como si fuera inútil», según nos describe esta persona. Ella rompe a llorar, de los nervios, del miedo, del trato que recibe. Se siente bloqueada. Dice que la trataron como una mierda, y no quisieron llamar a la ambulancia. La medico que había dentro se negó a salir para verla.

Escucha desorientada como dicen “Ellos sabrán, ellos sabrán lo que habran tomado!”. «A él llevarle a ingresos para hacerle un cacheo integro», «Esta habrá tomado algo, esta está drogada». Ella le dice que no está drogada, que no toma nada, que no le gusta ni el alcohol. Le empiezan a gritar que llame por telefono a alguien para que le vengan a buscar “no sabes coger el teléfono y llamar?!”, “venga, abre la taquilla!”. Todo gritado, con prisas, a voces.

Ella llama a la taxista que siempre la lleva a prisión, para que la recoja. Cuando llega, los carceleros le dicen a la taxista que se la lleve ya, que la lleve al centro medico o donde ella vea, o en el hostal donde esté. Con prisas para quitársela de encima. Se sube en el taxi.

Contacta con nosotrxs para denunciar públicamente esta vivencia, y visibilizar el trato que reciben también familiares o amigxs de personas presas. Trato que a menudo es degradante, humillante, a base de chantajes, jugando siempre con la desinformación.

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